martes, 13 de enero de 2009

Sólo una, la pulsión (1)

Desde que Freud la nombro por primera vez nunca dejo de ser lo que es, un concepto oscuro[1] pero imprescindible a la hora de la clínica.

Por qué oscuro?.

Y por que imprescindible?

Al plantear esto se me aparece que la pulsión corre en el psicoanálisis la misma suerte que en el sujeto, cuanto mas pulsamos por prescindir de ella más aparece.

Por experiencia sabemos que todo sujeto experimenta la pulsión, quizá no siempre un sujeto acceda a la experiencia del Inconsciente, pero si de la pulsión.

¿Con qué tiene que ver esto? que la pulsión tiene una antecedencia lógica al significante, el significante viene a nombrar no a resignificar. ¿Que vendría a presentificar la pulsión?, algo de la verdad del sujeto. Y … ¿de qué se trataría esa verdad? De la verdad de su goce. Lacan en el Seminario 17, las hermana, la verdad es hermana del goce[2].

Entonces, ¿que detiene al sujeto en el camino a encontrarse con su verdad? La captura narcisista[3], quedar detenido en el narcisismo, refugiado en la defensa; sosteniendo al Otro en su demanda, ¿Qué me quiere el Otro?

Me parece interesante a través de una cita de Lacan, extraer para pensar algunas cuestiones acerca de esto que intento aproximarme.

Es en el texto de la Trieb de Freud, donde viene hablando de la castración como resorte, de la función del mito dice: “las identificaciones se determinan allí por el deseo sin satisfacer la pulsión” [4] luego dice “Es de esencia: pues el deseo viene del Otro, y el goce está del lado de la Cosa.” [5][6]

¿Por que el deseo no satisface la pulsión? justamente por que el deseo viene del Otro, y la pulsión del sujeto es lo mas propio del sujeto, por lo tanto si el goce esta del lado de la cosa estaría del lado del sujeto.

Esto plantea que las identificaciones[7] que conciernen al fantasma refuerza el narcisismo, dando consistencia a este, sosteniéndolo, pero al no satisfacer la pulsión abren para el sujeto una posibilidad de nombrar algo de lo real.

Pero retomando la pregunta que detiene a un sujeto en el camino de conquistar su subjetividad, justamente la continuación de esta cita “Lo que el sujeto recibe por ello de descuartizamiento pluralizante” [8]

Me parece que es en la adolescencia donde esto se juega de manera privilegiada, ya que la conquista esta del lado del descuartizamiento, y me surgió pensarlo desde la cita de Freud de Metamorfosis de la pubertad “... se consuma uno de los logros psíquicos más importantes, pero también más dolorosos, del período de la pubertad: el desasimiento respecto de la autoridad de los progenitores” [9]. y otra parte de esto que pone en jaque al sujeto es la asunción a una posición sexuada; la perdida del cuerpo en tanto cuerpo de niño y la posibilidad efectiva de ser padre.

Este descuartizamiento tiene que ver con la ruptura del espejo que fragmenta al narcisismo, para ello encontré otro pasaje de “función y campo de la palabra” que me resultó esclarecedor “..frustración no es un deseo del sujeto, sino de un objeto, donde el sujeto esta enajenado y que, cuando más se elabora, tanto más se ahonda para el sujeto la enajenación de su gozo. Frustración pues de segundo grado, y tal que aun cuando el sujeto en su discurso conlleva su forma hasta la imagen pasivizante por el cual el sujeto se hace objeto en la ceremonia del espejo, no podría con ello satisfacerse, puesto que aún si alcanzase en esa imagen su más perfecta similitud, seguiría siendo el gozo de otro lo que haría reconocer en ella[10][11]

De esto se puede pensar que el sujeto está alienado, enajenado en el deseo (esto entraña justamente su inaccesibilidad al goce, bajo esta tres formas insatifecho, incumplido y prevenido) en el camino hacia conquistar su propio goce. Este desasimiento que se juega en la pubertad hace que en la ceremonia del espejo, se presentifique algo que siempre estuvo desde siempre, lo que quedó como resto en el estadío del espejo el a.

Algo que merecería mas desarrollo pero me parece interesante dejarlo planteado en este recorrido es que, el petit a y el sujeto son homólogos desde el punto de vista estructural.[12]

El fantasma cubre hasta cierto punto, pero el fantasma forjado en los tiempos de la latencia, no le alcanza para dar cuenta de esto que se presenta en la pubertad que es el encuentro real con el otro, que implica la castración. Estos encuentros tienen que ver con lo real que conlleva la sexualidad, y “el pasaje de la escena al mundo”[13]

El sujeto adquiere su entidad restándose del campo del Otro, y esto ya esta planteado desde el origen, algo en el espejo se precipita ahí y en el mismo movimiento algo se resta: el sujeto, pero Lacan en la Clase I del seminario de la angustia dice “ el sujeto toma su punto de partida de la función significante, el sujeto S, hipotético, en el origen de esta dialéctica, se constituye en el lugar del Otro como marcado por el significante, único sujeto que accede nuestra experiencia, suspendido, inversamente, toda la existencia del Otro a una garantía que falta, el Otro Barrado. Pero esta operación, hay un resto, es el a.”[14]

Tomando un desvío (y quizá no tanto), ¿de que se tratará esto de que el sujeto tome su punto de partida en la función significante?, lo toma de ahí de donde puede, pero es ese significante que posibilitará transformarse como operador de corte en la estructura (significante del Nombre del Padre), por que significante y la pulsión están articulados; porque apuntan a la misma verdad, ambos del lado del sujeto y no del Otro, ambos están del lado del sujeto en el encuentro con su verdad.

Y cual es su verdad, su verdad es la falta, la relación del sujeto con su falta y la posibilidad de alojar su falta. Gozar con ese corte y con lo que esa falta habilita, la falta relanza al sujeto.

Cuando mil veces escuchamos “el sujeto acéfalo”, ¿qué se entiende por eso?, que en la pulsión hay un sujeto pero ácefalo en el sentido de ser incapaz de leer su propia marca. Y en ese no poder está en relación a no poder leerse ahí, en su propia marca.

“Un ser que puede leer su traza. Eso basta para que él pueda reinscribirse en otra parte que allí de donde él la ha sacado (el campo del Otro). Esta reinscripción es allí el lazo que lo hace, desde entonces independiente de un Otro, cuya estructura no depende de él. Todo se abre a lo que es del registro del sujeto definido como "es quien borra sus trazas". El sujeto, en el límite y para hacer sentir la dimensión original de eso que se trata, lo llamaría aquél que reemplaza sus trazas por su firma.[15], plantea Lacan, lo que en definitiva me remite a pensar que, como analistas, todo nuestro trabajo se reduce a aproximar al sujeto a la asunción subjetiva de esa falta. Que da como resultado una relación distinta al Otro. Ya no capturado como objeto en la ceremonia del espejo, sino como resto, pero no cualquiera sino como dice esta cita “El sujeto no apunta al otro, sino a esa parte de si mismo ligada al Otro y que el ejercicio de la pulsión permite desprender”[16] y que se desprende unas letras con las cual el sujeto va a gozar a su cuenta.

Y para finalizar me convocó dos estrofas de Serrat.

“Y no es prudente ir camuflado
eternamente por ahí
ni por estar junto a ti
ni para ir a ningún lado.

Nunca es triste la verdad,
lo que no tiene es remedio”






Laura Dávila
(*) Licenciada en Psicología (UBA), Psicoanalista. Participante del ICBA (Escuela de Orientación Lacaniana) y Analista de Centro Dos (Bs. As.) y Coordinadora Docente de la misma Institución en Dispositivo en Grupo de Analistas en Formación y Dispositivo de Pasantia.
[1] Pulsion y sus destinos. 1915. S. Freud
[2] Seminario 17. El reverso del psicoanalisis.Clase 6 Verdad hermana de goce. J. Lacan
[3] La referencia que tomo son la clase 1 y 10 del Seminario de la Angustia.
[4] Escritos Dos. La Trieb de Freud y el deseo del psicoanalista. J. Lacan
[5] Escritos Dos. La Trieb de Freud y el deseo del psicoanalista. J. Lacan.
[6] El goce esta del lado lado de la cosa seminario 7, como la cosa de goce, que no es ni el otro ni la madre no es una cosa incestuosa con la que goza
[7] Con el término identificación no me estoy refiriendo al S1. Sino a las identificación secundarias.
[8] Escritos Dos. La Trieb de Freud y el deseo del psicoanalista. J. Lacan
[9] S. Freud. Tres ensayos para una teoría sexual. 1905. Trad. López Ballesteros.
[10] El subrrayado es mío.
[11] Escritos Uno. Función y Campo de la Palabra. Pág. 240. J. Lacan
[12] Este planteo se puede leer en las clases 13 y 14 del Seminario 10
[13] Seminario 10. La Angustia. Clase 9. del 23 de enero de 1963
[14] Seminario 10. La Angustia. Clase 9. del 23 de enero de 1963.
[15] Seminario 16. Clase 20. De uno a otro. 1968
[16] Lágrimas de lo Real. Norberto Rabinovich. Ed. Homo Sapiens. Pág. 51