...estoy buscando, estoy buscando. Estoy intentando comprender. Intentando dar a alguien lo que viví y no sé a quién, no me quiero quedar con lo que viví. No sé qué hacer con eso, le tengo miedo a esa desorganización profunda. No confío en lo que me pasó. ¿Me pasó algo que yo, por el hecho de no saber cómo vivirlo, lo viví como si fuera otra cosa? A eso querría llamarlo desorganización, y tendría la seguridad de aventurarme, porque después sabría a dónde volver: a la organización anterior. A eso prefiero llamarlo desorganización pues no quiero confirmarme en lo que viví -en la confirmación de mí perdería el mundo tal como lo tenia, y sé que no tengo capacidad para otro.
Si me confirmara y me considerara verdadera, estaría perdida porque no sabría dónde encajar mi nuevo modo de ser -si avanzara en mis visiones fragmentarias, el mundo entero debería transformarse para tener un lugar en él.
Perdí algo que me era esencial, y que ya no lo es más. No me es necesario, como si hubiese perdido una tercera pierna que hasta entonces me imposibilitara caminar pero que hacía de mi un trípode estable. Perdí esa tercera pierna. Y volví a ser una persona que nunca fui. Volvi a tener lo que nunca tuve: sólo dos piernas. Sé que es sólo con dos piernas que puedo caminar. Pero la ausencia inútil de la tercera me hace falta y me asusta, en ella la que hacía de mi algo encontrable por mí misma, y sin ni siquiera tener que buscarme.
¿Estoy desorganizada porque perdí lo que no necesitaba? En ésta mi nueva cobardía -la cobardía es lo que de más nueva ya me aconteció, es mi mayor aventura, esta mi cobardía es un campo tan amplio, que sólo con una gran valentía me permite aceptarla-, en mi nueva cobardia, que es como despertar en la mañana en la casa de un desconocido, no sé si tendré el valor de simplemente andar.
Clarice Lispector, La pasión según G.H.
martes, 25 de enero de 2011
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