A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo. Jean de la Fontaine (1621-1695) Escritor y poeta francés y tambien en Kun fu Panda.
Siempre se ha creído que existe algo que se llama destino, pero siempre se ha creído también que hay otra cosa que se llama albedrío. Lo que califica al hombre es el equilibrio de esa contradicción.
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) Escritor británico.
El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.
William Shakespeare (1564-1616) Escritor británico.
El destino mezcla las cartas, y nosotros las jugamos.
Arthur Schopenhauer (1788-1860) Filósofo alemán.
Que cada cual siga su inclinación, pues las inclinaciones suelen ser rayas o vías trazadas por un dedo muy alto, y nadie, por mucho que sepa sabe más que el destino.
Benito Pérez Galdos (1843-1920) Escritor español.
El primer amor es una pequeña locura y una gran curiosidad.
Bermard Shaw 1856-1950
Ves cosas y dices,"¿Por qué?" Pero yo sueño cosas que nunca fueron y digo, "¿Por qué no?".
Bermard Shaw 1856-1950
El hombre que escucha la razón está perdido. La razón esclaviza a todos los que no son bastante fuertes para dominarla.
Bermard Shaw 1856-1950
El sufrimiento más intolerable es el que produce la prolongación del placer más intenso.
Bermard Shaw 1856-1950
Las ideas son como las pulgas, saltan de unos a otros pero no pican a todos.
La virtud no consiste en abstenerse del vicio, sino en no desearlo.
[ironico]
Nunca se desprende uno de lo que le pertenece, aunque lo tire o lo regale.
1749-1832. Poeta y dramaturgo alemán. Goethe.
jueves, 28 de octubre de 2010
Cada impulso que nos esforzamos por sofocar ronda nuestra mente y nos envenena.
El cuerpo peca una vez, y se satisface con su pecado, porque la acción es un modo de purificación. Nada queda entonces sino el recuerdo del placer, o el lujo de un remordimiento. La única forma de liberarse de una tentación es rendirse a ella. Resístete, y tu alma efermará por el deseo por el cual sus monstruosas leyes la han hecho monstruosa e ilegal. El retrato de D.G. O. Wilde.
El cuerpo peca una vez, y se satisface con su pecado, porque la acción es un modo de purificación. Nada queda entonces sino el recuerdo del placer, o el lujo de un remordimiento. La única forma de liberarse de una tentación es rendirse a ella. Resístete, y tu alma efermará por el deseo por el cual sus monstruosas leyes la han hecho monstruosa e ilegal. El retrato de D.G. O. Wilde.
jueves, 21 de octubre de 2010
¿Quién no sabe por experiencia que uno puede no querer gozar? ¿Quién no lo sabe por experiencia no conocer ese retraimiento que impone a cualquiera la proximidad del goce como tal con toda su carga de atroces promesas? ¿Quién no sabe que uno puede no querer pensar? S.11.pag. 242.J.L.
¿Quién no sabe, de veras que el más perfecto reconocimiento del bien no impide jamás a nadie revolcarse en su opuesto? JL,S11, pag. 242
¿Quién no sabe, de veras que el más perfecto reconocimiento del bien no impide jamás a nadie revolcarse en su opuesto? JL,S11, pag. 242
miércoles, 20 de octubre de 2010
El amor
el amor es verdaderamente inclasificable, lo que viene a atravesarse en todas las situaciones significativas, lo que no está jamás en su lugar, lo que está siempre fuera de las casillas [Seminario 8, clase siete. J. Lacan]
martes, 19 de octubre de 2010
Primero los dioses, despues lo hombres
Y primero los dioses, luego los hombres, que imitan a los dioses, reconocieron que el cuerpo de las Ninfas era el lugar mismo de un conocimiento terrible porque era a la vez salvador y funesto: el conocimiento a través de la posesión. Un conocimiento que otorga clarividencia, pero puede tambien entregar a quien lo practica una locura peculiar. La paradoja de la Ninfa es ésta: poseerla significa ser poseídos. Y otorga una fuerza arrolladora.
Las aventuras
Los libros son para una doble aventura. La primera es el descubrimiento: cuando lo encuentro en alguna parte huelo la importancia que podrán tener en un futuro para mí y, por así decir, me los apropio físicamente. Después de lo cual pasan con frecuencia muchos años hasta la segunda aventura, cuando por un incomprensible impulso los tomo en la mano y, excluyendo cualquier otro interés me les abalanzo como en un delirio. [R. Calasso. La locura que viene de las ninfas pag. 85]
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