Cada impulso que nos esforzamos por sofocar ronda nuestra mente y nos envenena.
El cuerpo peca una vez, y se satisface con su pecado, porque la acción es un modo de purificación. Nada queda entonces sino el recuerdo del placer, o el lujo de un remordimiento. La única forma de liberarse de una tentación es rendirse a ella. Resístete, y tu alma efermará por el deseo por el cual sus monstruosas leyes la han hecho monstruosa e ilegal. El retrato de D.G. O. Wilde.
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