miércoles, 22 de diciembre de 2010

Escribir

Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido. Escribir tambien es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido. Un escritor es algo que descansa, con frecuencia, escucha mucho. No habla mucho porque es imposible hablar a alguien de un libro que se ha escrito y sobre todo de un libro que se está escribiendo. Es imposible. Es lo contrario del cine, lo contario del teatro y otros espectáculos. Es lo contrario de todas las lecturas. Es lo más difícil. Es lo peor. Porque un libro es lo desconocido, es la noche, es cerrado, eso es. El libro avanza, crece, avanza en las direcciones que creíamos haber explorado, avanza hacia su propio destino y el de su autor, anonadado por su publicación: su separación, la separación del libro soñando, como el último hijo, siempre el más amado.

Un libro abierto también es la noche. Estas palabras que acabo de pronunciar me hacen llorar, no sé por qué.

Escribir a pesar de todo pese a la deseperación. No: con la desesperación. Qué desesperación, no sé su nombre. Escribir junto a lo que precede al escrito es siempre estropearlo: estropear el fallo es volver sobre otro libro, un posible otro de ese mismo libro.

(Fragmentos extraídos de ESCRIBIR. Traducción de Ana María Moix. Colección Fábula. Tusquets Editores)

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